jueves, 3 de diciembre de 2009

EQUINOCCIO

Comenzó la dura cuesta, nos abraza el cálido sol. Y ya en el puerto, dos pájaros alcanzaron su vuelo. He visto como la noche nos mira, por la oscura cara de la luna. Dentro de sus espejos, su luz toca a la ventana. Dame tu río, para descansar de su cauce, y con sus humedecidos remos, besar la orilla próxima de tu voz. Del bosque, su trino verde, por la noche de los pájaros. Para llorar con el viento, este dolor que nos fustiga hasta los huesos. Que tu lenguaje suba por mi tallo desnudo, hasta beber tu sangre con el cáliz de la alegría. Dame tu fruto amanecido, para tomarlo con los brazos del día, y hacerlos llover junto al camino. Cuando la tarde se oculte con tu vientre, estaré construyendo la nueva casa. Con cada golpe de nuestras manos, el nuevo horizonte nos espera. Como un solo gesto : entre el equinoccio de la primavera y de tu luz, estaré contigo.

Florencio Liberia
EQUINOCCIO

Comenzó la dura cuesta, nos abraza el cálido sol. Y ya en el puerto, dos pájaros alcanzaron su vuelo. He visto como la noche nos mira, por la oscura cara de la luna. Dentro de sus espejos, su luz toca a la ventana. Dame tu río, para descansar de su cauce, y con sus humedecidos remos, besar la orilla próxima de tu voz. Del bosque, su trino verde, por la noche de los pájaros. Para llorar con el viento, este dolor que nos fustiga hasta los huesos. Que tu lenguaje suba por mi tallo desnudo, hasta beber tu sangre con el cáliz de la alegría. Dame tu fruto amanecido, para tomarlo con los brazos del día, y hacerlos llover junto al camino. Cuando la tarde se oculte con tu vientre, estaré construyendo la nueva casa. Con cada golpe de nuestras manos, el nuevo horizonte nos espera. Como un solo gesto : entre el equinoccio de la primavera y de tu luz, estaré contigo.

Florencio Liberia